La muerte


Un joven jardinero persa dice a su príncipe: 
     -¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
     El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
     -Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
     -No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

La leyenda de la isla de San Borondón


Ya hacía unos días que había llegado a mi destino. Sentado en un rincón del «Ace of Spades» me disponía a acabar con mi último ron de la noche cuando un hombrecillo se subió a una pequeña mesa del centro de la taberna y gritó: ‘A aquellos que no les asuste el viento ni la tempestad, la noche ni los espíritus les voy a brindar una historia que aconteció hace unos meses navegando por el oeste de la isla de La Palma’

Yo no tenia mucho que hacer, así que decidí permanecer en mi mesa escuchando la siguente historia y como no, bebiendo ron…

«Os quiero hablar a todos de la isla de San Borondón, la isla perdida, aquella que no se puede encontrar. Bien, ¡pues yo la encontré! Navegábamos con el ‘Endless’ en dirección a las islas Canarias cuando de repente el viento se calmó y una niebla cubrió el barco. Era tan espesa que no alcanzábamos a ver ni el agua que teníamos bajo nuestros pies. Despues de varios días sin poder movernos el nerviosismo comenzó a hacer mella en los marineros y las historias sobre los espíritus del mar que tenían hechizado el barco comenzaron a correr entre la tripulación. Teníamos víveres sobrantes y no corríamos peligro pero aún así esa niebla contagiaba a todo el mundo de una extraña mezcla de angustia y decaimiento nada normal entre unos marineros experimentados.

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Mapa del 1707 de la isla de San Borondón

Al cuarto día el viento volvió a soplar levemente y la niebla se volvió menos espesa, desconocíamos nuestra posición exacta pero ahora teníamos la esperanza de poder retormar el rumbo a nuestro destino. Las horas pasaron hasta que de manera inesperada un marinero avistó una isla que nos había pasado inadvertida a unas pocas millas de distancia.

Todos conocíamos la leyenda de San Borondón y el capitán decidió desembarcar en tan misteriosa y escurridiza isla. Esa noche la pasamos en el barco y a la mañana siguiente nos preparamos para iniciar la expedición. Acampamos en un bosquecito cercano a la playa y yo me dediqué los siguientes días a dibujar con sumo detalle plantas y esbozos de la isla, mientras otros marineros se internaron en búsqueda de imaginarios tesoros escondidos. Sin embargo, al tercer día una extraña fiebre se apoderó de la mayoría de nosotros, muchos de los cuales comenzaron a tener inconexas alucinaciones sobre espíritus que habitaban la isla, el capitán no escapó a la fiebre y antes de que la locura se apoderase de él me encomendó la tarea de abandonar el campamento y marchar de una isla que para nosotros era ahora maldita.

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Dibujos de la expedición

Sin perder un instante volvimos al barco y pusimos rumbo a La Palma, teníamos la mitad de la tripulación enferma y no podíamos sino intentar llegar lo antes posible a nuestro destino. En los siguientes días la gente fue mejorando misteriosamente, como si al alejarnos de la isla la fiebre se desvaneciese en el agua y el 14 de abril llegamos al puerto de La Palma sin ningún otro contratiempo.

Después de descargar toda la mercancía y de un merecido descanso pusimos rumbo a casa, esta vez al pasar por la zona no había ni rastro de la isla, había desaparecido otra vez, y mejor que sea así para siempre».

By Ferri

Entrada de San Borondón en la wikipedia